Y cuando se habla de la eficiencia energética de la leña para chimeneas es necesario fijar algunos conceptos y analizar qué tipos de madera para quemar podemos encontrar y cómo elegir la mejor opción para nuestro fuego de hogar.
Vamos con ello.
Ya sabes que los deshollinadores profesionales siempre insistimos en que ha de aprovecharse la oportunidad que supone esa revisión periódica de la chimenea, bien sea anual o bien al comienzo/final de cada temporada de frío, y por tanto mayor uso de la misma.
Así, además de efectuar ese imprescindible mantenimiento, se puede llevar a cabo un análisis adecuado de la eficiencia energética de la leña empleada en nuestro hogar para averiguar si es la más adecuada.
Diferentes tipos de madera
A la hora de repasar los tipos de árbol más comunes de los que suele obtenerse madera para leña de chimenea, y si nos guiamos por su mayor o menor abundancia en nuestra geografía, es preciso comenzar la lista hablando de las encinas.
Encina
No en vano, se trata del tipo de árbol con mayor número de ejemplares en la mayor parte de la cuenca mediterránea, y no solo en España.
En cuanto a la eficiencia energética de su leña, se trata de una madera muy dura y resistente a la humedad; y de ahí que, desde la antigüedad, se emplee en la fabricación de diferentes embarcaciones.
Pero es que además, para muchos, se trata sin duda de la mejor madera que se puede emplear como leña para chimenea, puesto que arde lentamente, generando en el proceso mucho calor, y lo que es más importante, resulta asequible para todo tipo de bolsillos.
Desde luego, el que ha tenido la ocasión de oler leña de encina, recién cortada, seguro que ha evocado su infancia o ha recordado su paso por alguna casa de campo.
Haya
En nuestra hipotética lista de maderas, y teniendo in mente la eficiencia energética de su leña, la segunda posición la ocuparía la de haya.
Se trata de otro de los árboles de los que se consigue una madera densa que resulta excelente como combustible para chimenea.
La característica principal de este tipo de árbol es que su corteza lisa, lo que hace que al quemarse no desprenda las siempre molestas chispas.
Se suele encontrar sobre todo en la zona cantábrica y los Pirineos, aunque puede habituarse a climas más heterogéneos que el roble, que es el tercero de nuestros árboles a la hora de valorar la eficiencia energética de su leña.
Roble
Tal y como sucede con la encina, el roble forma parte de la familia de las fagáceas.
Si bien, en la realidad, comprende centenares de especies distintas, todas ellas con la misma denominación.
Y como sucede con la haya, produce también una madera muy dura, por lo que resulta idónea como leña para chimeneas.
Los robledales se encuentran muy extendidos por toda nuestra geografía, especialmente en la zona norte.
Maderas menos apreciadas
A pesar de que la madera de pino es muy apreciada en la construcción y para la fabricación de muebles, lo cierto es que no lo es tanto como combustible para una chimenea.
Pino
Que no se nos entienda mal: es ligera y contiene bastante humedad, pero su principal problema es el elevado contenido en resina.
Lo que mediatiza la eficiencia energética de su leña.
El problema es que era resina evita que el fuego alcance una temperatura elevada, y sin embargo favorece la formación de creosota: esos residuos de los que ya te hemos hablado en otras ocasiones, que se adhieren a la chimenea y que pueden llegar a provocar un incendio.
Aunque con la preparación y el control adecuados no tiene por qué causar problemas, mucha gente prefiere evitar la leña de pino por este motivo.
Ahora bien, siempre queda la opción de emplearla para iniciar el fuego de hogar, ya que arde con mucha facilidad y deja muy buen olor en la estancia.
Eucalipto
Polémico como ninguno es el eucalipto.
Se trata de una variedad controvertida para los ecologistas, tras su uso indiscriminado para la reforestación de múltiples entornos en nuestro país, merced a su rápido crecimiento.
De hecho, España es uno de los primeros países con mayor superficie destinada a la plantación de eucalipto gracias a las bondades de nuestro clima mayormente templado.
Pero aquí estamos juzgando la eficiencia energética de la leña, no el posible daño que el árbol cause al terreno donde está replantado.
Y en lo referente a su empleo como combustible para chimenea, hay opiniones tanto en contra como a favor.
Dado que su poder calorífico es muy similar al de la propia encina, ya que gracias a su elevado contenido en aceites alcanza altas temperaturas.
Sin embargo, la combustión de estos mismos aceites genera muchos residuos que pueden ensuciar con facilidad los conductos de la chimenea.
Leña seca, leña húmeda…
Un consejo que nos vas a agradecer dejar secar bastante tiempo la leña proveniente del eucalipto; incluso durante un par de años.
Eso sí, estando ya cortada en troncos del tamaño al que se vayan a emplear, puesto que una vez secos resultan extremadamente difíciles de reducir a base de hacha o sierra.
Conservación
Algo que, en general, ha de observarse con todos los tipos de leña de los que te hemos hablado hoy: debe guardarse durante un mínimo de medio año, antes de poder hacer un buen fuego.
Y es que la madera contiene mucha humedad, por lo que es necesario mantenerla reservada para que se seque lo suficiente; de hecho, lo mejor es guardarla de un año para otro.
El contenido en agua de la leña para chimeneas supone, por una parte, un desperdicio de energía, ya que el propio calor del fuego se gasta en evaporarla.
Y por otra, la humedad causa más humo por una combustión menos eficaz, lo que se traduce en más residuos arrastrados que acaban acumulándose en los conductos de la chimenea.
Aunque al final, no siempre la eficiencia energética es por la leña.
Mejoras y mantenimiento
Y para conseguir un funcionamiento óptimo de la chimenea, y reducir los costes de calefacción, es recomendable tener en cuenta una serie de recomendaciones, que pasan por implementar mejoras sobre la instalación ya existente (por ejemplo, colocar puertas, cambiar el trashoguero…), o bien adaptarla e introducir un insertable y/o cassete en lugar de la chimenea abierta.
Pues como ya te explicamos, los hogares abiertos no resultan precisamente eficientes.
Y por supuesto, el deshollinado frecuente de la chimenea, lo que sin duda mejorará su eficiencia.
El hollín (partículas originadas en la combustión) que se acumula en el revestimiento de la puede obstaculizar el tiro, lo que a su vez va a afectar a la forma de arder del fuego, y reducir la eficiencia energética de la leña que empleemos.
Y no solo eso, sino que, además, poder calórico de la chimenea se puede reducir drásticamente –llegando casi a 50%– si se amontona apenas un cuarto de centímetro de restos de hollín.
Photo by Zuzana Kacerová on Unsplash
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