Durante la Revolución Industrial la profesión de deshollinador se volvió imprescindible, debido al mantenimiento de un creciente número de chimeneas.
La población se aglomeraba en las ciudades. En viviendas más altas y aglomeradas, con salidas de humos estrechas e intrincadas.
Esto causaba que su limpieza fuera complicada y laboriosa. Las herramientas de los deshollinadores disponibles por entonces no resultaban eficaces.
Era normal que los aprendices, niños y niñas de apenas seis años, accedieran a los conductos para cepillarlas manualmente.
Las herramientas de un deshollinador
Estas prácticas han evolucionado mucho desde entonces. El retrato del deshollinador ya no es la de un Dick Van Dyke cubierto de ceniza.
Veamos algunos de los instrumentos y sistemas que empleamos los profesionales de hoy en día:
Cepillos metálicos
Si decíamos que la imagen del deshollinador no es la que aparecía en la película de Mary Poppins, estos cepillos sí que siguen siendo casi idénticos, aunque sólo en su aspecto.
Se trata de unos cabezales planos y redondos con hebras de metal, normalmente de acero inoxidable, y que admite varias disposiciones en función del tipo de chimenea.

Es la principal herramienta de un deshollinador, ya que sirve para eliminar el creosoto de los conductos de la chimenea, una sustancia que se origina durante la combustión de la leña y que se adhiere a la superficie de los mismos.
No solo impide el flujo de aire, además es un compuesto muy inflamable y, por la tanto, peligroso si se acumula en exceso.
Cepillos de plástico
Frente a los fabricados con metal, que se utilizan en la limpieza de las chimeneas de ladrillo o cerámicas, los cepillos de plástico son los indicados para las modernas estufas con tubos de acero o galvanizados, ya que resultan menos agresivos y no dañan la superficie.
También encontramos múltiples variantes, ya sea en su forma, desde erizos hasta escobillones; o en el propio plástico, siendo los más comunes el nylon y el polipropileno.
Varillas
Los cepillos siempre se emplean junto con un mango, caña o varilla, que son intercambiables para poder adaptarse a las dimensiones y configuración de cada chimenea.
Aunque algunas son rígidas, lo más habitual hoy en día son las varillas flexibles modulares, de fibra de vidrio, polipropileno o acero, que ya tienen incorporados los adaptadores que permiten acoplarlas entre sí o con un cepillo.



De esta forma se consigue acceder con facilidad a cualquier esquina de una chimenea sin importar su longitud, ya que basta con ir añadiendo más varillas.
Productos químicos
Uno de los avances de la tecnología en cuanto a herramientas de deshollinador se refiere es la invención de diferentes productos químicos específicos para la limpieza de chimeneas.
Se emplean habitualmente cuando los métodos mecánicos no son suficientes si existe una acumulación excesiva de creosoto u otros depósitos. Existen diversos formatos, como aerosol, leños, líquidos…
Sistemas de aspiración
Las partículas de hollín pueden dispersarse muy fácilmente durante la limpieza de una chimenea, por eso resulta aconsejable contar con una aspiradora que recoja cualquier tipo de polvo, impidiendo que se extienda por el resto de estancias del hogar.
Dadas las propiedades del hollín y la gran cantidad del mismo que se genera en una estufa de leña, los modelos comunes de electrodomésticos para el hogar no suelen resultar convenientes, ya que pueden atascarse. Es necesario un equipo de alta capacidad y con un tubo de aspiración largo y flexible.
Cámaras endoscópicas
Otra de las últimas herramientas de deshollinador en incorporarse a nuestra profesión son las cámaras endoscópicas.



Unos dispositivos de última tecnología que permiten inspeccionar y comprobar el estado del interior de los conductos de una chimenea. Esto es posible gracias a que la lente de la cámara está conectada al cuerpo mediante un tubo flexible, lo que facilita su acceso remoto.
De esta forma no sólo se puede verificar el resultado de la limpieza, sino que se puede detectar cualquier problema que de otra forma pasaría desapercibido o sería difícil de descubrir.
¿Cada cuanto tiempo debo limpiar la chimenea?
Depende tanto de la frecuencia de uso que se haga de la chimenea, como del tipo de material y diseño de la misma, o de la calidad de la leña que se emplee.
En cuanto a la frecuencia, si sólo se emplea durante la temporada de invierno, lo más conveniente suele ser una limpieza e inspección cada año.
Por su parte, la madera utilizada alterará mucho la cantidad y tipo de restos que se generen al encender un fuego, teniendo en cuenta que la humedad es el principal desencadenante de la formación de creosoto, fruto de una combustión deficiente.
Encontrarás más detalles sobre este último punto en una entrada anterior de nuestro blog.
¿Cualquiera puede limpiar una chimenea?
Por responsabilidad debemos advertir, nunca es buena idea llevar a la práctica algunas de las recomendaciones caseras que pueden encontrarse en foros u otras páginas de Internet, como echar sal a la chimenea con el fuego encendido, dejar caer un peso por los conductos, intentar limpiar el interior con ramas…
No sólo ninguno de estos “trucos” resulta eficaz para eliminar el hollín, sino que incluso pueden provocar daños o causar un atasco. No hay que olvidar que mantener una chimenea limpia y en buenas condiciones garantiza de la seguridad de un hogar.
¿Por qué contratar los servicios de un profesional?
Mantener y limpiar adecuadamente una chimenea requiere tiempo y esfuerzo, de ahí la gran variedad de herramientas de deshollinadores necesarias. Claro está, siempre se puede optar por contratar un servicio profesional, capaz de asegurar una limpieza completa con las menores molestias.
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